¿Agua para todos?

El índice de escasez  de agua  de Colombia, medido por el Ideam,  muestra la relación entre la demanda potencial de agua y la oferta hídrica existente en las fuentes abastecedoras. Este índice se  evalúa para tres escenarios: para un año medio (cuando la oferta hídrica se toma como el valor promedio histórico), para un año modal (cuando la oferta se toma como el valor más frecuente o probable) y para un año seco (cuando las condiciones hidrológicas son extremas hacia el estiaje). De acuerdo con estos tres escenarios, en un año seco el porcentaje de población afectada por un índice de escasez alto 
Foto Archivo Patrimonio Natural
alcanza el 8% del total de población colombiana, para un año medio y modal el 6% de la población presenta un índice de escasez alto. De hecho el Ideam afirma que entre 1985 y el 2006 la disponibilidad de agua per cápita disminuyó en un 33%.

Los hechos recientes han hecho que el agua se tome las agendas políticas y mediáticas colombianas, recientes desarrollos como el que pueden implicar los planes departamentales del agua abren la posibilidad de una mejor articulación entre las instituciones y las herramientas o estructuras para su manejo.


Foto ASPROCIG

En la actualidad, sin embargo, siguen dándose discusiones y marcadas diferencias respecto al arreglo institucional que regiría en todo lo relacionado con la administración del agua, producto de las fuerzas encontradas entre los diferentes intereses que buscan que prevalezcan sus respectivas agendas, muchas veces contrarias a cualquier esfuerzo por un manejo realmente integral del agua.

En particular, las nuevas dinámicas económicas asociadas al auge que se le quiere dar a la minería alertan aún más sobre los balances de poder en un entorno de debilidad institucional, o la poca información detenida y confiable,  sobre en qué medida y cómo revertir las preocupantes tendencias de deterioro de las reserva de agua subterránea, y la necesidad de coordinar  todas las acciones que de una u otra manera apuntan a su administración.  En estos casos seguramente primarán aquellas expectativas de rentabilidad sobre las de conservación y buen manejo de un recurso, que a nivel mundial, se sabe tiene un futuro incierto en términos de su disponibilidad con calidad y de su control político y social.

Falta el arraigo de una cultura en torno al agua, caracterizada por su adecuada valoración, a partir de un conocimiento sobre sus diferentes servicios, las exigencias de su manejo y las prioridades en las inversiones para su conservación, porque el agua que corre no regresa y aunque hace algunos años pensar en su escases era imposible, las condiciones cambian, y hoy cada año millones de habitantes de este país  siente los estragos de su agotamiento o de su exceso.